domingo, 22 de mayo de 2016

Cuentos de viajero III - En busca de las dos lunas

"Cada año el mismo día del mismo mes, 
se ven dos lunas entre Martinez y San Isidro"

Había llegado a Buenos Aires en el avión del lunes gracias a ese pasaje sacado tiempo atrás, a pesar de que habían pasado casi tres meses se podría decir que era otra vida cuando lo compre, allá por los primeros días del año desde la computadora de un hostel de Santiago, en Chile. El vuelo desde Esquel hasta Aeroparque como de costumbre fue un martirio para mi, nunca me gusto viajar en avión, los nervios me ganan y no hay forma de que pueda relajarme, además ese lunes estaba particularmente alterado, me sudaban las manos apretadas en los apoya-brazos cada vez que una turbulencia movía la aeronave de Austral, esa que día a día iba y venia entre la gran ciudad capital y mi pequeña ciudad metida en la cordillera Patagonica. 
Pero el vuelo transcurrió tranquilo y 15 minutos antes de lo previsto ya estaba esperando que mi remendada mochila viniera hacia mi por la cinta transportadora del aeropuerto, que era el que esta pegado al río de La Plata, el río mas ancho de todo el mundo, donde siempre llegan los vuelos de cabotaje. El trayecto hasta el departamento de mi hermano, que se encuentra en la Paternal, fue más largo que el viaje de más de 2000 km que había sufrido en el avión, pero el hecho de estar en tierra firme me tenía mucho más tranquilo. Como jueves y viernes eran feriados por ser semana santa mi hermano se había tomado unos días del trabajo y se había ido a visitar a un amigo, por lo tanto esa semana, en la que comenzaba mi viaje, yo estaría solo en su departamento.
Cuando me baje del colectivo en la esquina de Juan B. Justo y San Martín ya era de noche, era una de esas lindas y raras noches de Buenos Aires donde no hace frío ni calor, como la hora pico ya estaba quedando atrás la gente caminaba tranquila por la calle y yo pensaba que haría esa semana en la capital, las posibilidades eran infinitas. Podía visitar a mis amigos que estudiaban allí, podría también ir hasta La Boca a ver otra vez La Bombonera, seguramente tomaría una cerveza en algún bar de esos que sobran por la capital y sin lugar a dudas pasaría por el obelisco en algún momento. Cuando volví a la realidad ya estaba en la puerta del edificio, antes de entrar estornudé por primera vez, ya era hora, esta vez se había demorado la alergia pensé.
Esa noche pedí una pizza al delivery y después de comer me agarró un cansancio inusual que me venció rápidamente y no me dejó más opción que tirarme en la cama de mi hermano a dormir. Antes de ceder por fin ante el sueño que me atacaba despiadadamente leí un par de paginas del libro que había empezado el día anterior:"Relato de un Naufrago" de Gracía Marquez, finalmente caí rendido y me dormí pensando en el mar. Mientras soñaba vino a mi mente el Corto Maltés, aquel valiente marinero de las historietas.
El Corto Maltes es un personaje creado por Hugo Pratt, yo había leído varias veces sus historias durante mi adolescencia en las tardes de verano de Esquel, la historia cuenta que hijo de una gitana y un marinero, el Corto nació en Malta y durante su vida fue un marinero que vivió aventuras a lo largo y ancho del planeta. En una de sus aventuras, llamada "Tango", el Corto Maltés desembarca en la ciudad de Buenos Aires y vive una de sus peculiares aventuras. Durante esta historia el protagonista se entera que durante algunas noches se pueden ver dos lunas crecientes en la ciudad y hasta tiene una conversación con ellas cuando se queda dormido en la estación de ferrocarril llamada "Borges".




Cuando me levante muy temprano por la mañana, debido a mi falta de costumbres a los ruidos matutinos de la gran ciudad, todavía me daban vuelta por la cabeza las dos lunas y fue así que  me propuse ir a la estación Borges para ver si yo también podía verlas y quizás hasta hablar con ellas. Esto puede sonar extraño, pero debido a que yo siempre tuve una imaginación frondosa soy muy proclive a dejarme llevar por las cuestiones románticas y fantásticas, particularmente siento atracción por los lugares y los objetos reales que aparecen en historias ficticias o cancionesAsí fue como más de una vez durante mis viajes me desvíe para conocer, por ejemplo, las calles Durazno y Convención que dan nombre a una famosa canción de murga o intente, en vano, encontrar Macondo en Colombia.
Ese día no era un día más en Buenos Aires, era 24 de marzo, que en Argentina es el día Nacional de la Memoria por la verdad y la justicia, en el que se recuerda el golpe de estado de 1976 a través del cual los militares tomaron el poder en el país y se vivieron varios años de sangrienta y cruel dictadura donde, entre otras cosas terribles, se "desaparecía" a la gente que no pensaba igual que los nuevos gobernantes, también se secuestraban bebes recién nacidos. Básicamente fueron seguramente los años mas oscuros de la historia del país y se recuerda todos los años ese día, no por ser un grato momento, sino para que el pueblo no permita que eso vuelva a suceder y lograr que se haga justicia en nombre de los que dejaron la vida luchando por la libertad y la democracia en su patria. Pero además ese 24 de marzo de 2016 el presidente Macri no tuvo mejor idea que invitar a su par de los Estados Unidos, una idea poco inteligente de un dirigente con pocas luces y sobre todo con poca memoria, siendo que ese país fue gran responsable de los golpes de estado y las peores dictaduras en todo América latina y aun hoy ejerce, con otros métodos, un dominio sobre los países de este lado del mundo.
Pero el hecho en si, es que varias calles estaban cortadas en la capital y varios medios de transporte publico hacían largos desvíos para evitar la zona céntrica donde se celebraba el acto y donde, además, se habían colocado banderas de los Estados Unidos por las calles, por lo cual para llegar a la estación Borges no seria tarea fácil  y menos para alguien que no esta habituado a moverse por la gran ciudad.
La estación Borges es la segunda del tren de la costa en la zona norte del gran Buenos Aires, que aunque parezca mentira no se llama así por el gran escritor Jorge Luis Borges sino por su abuelo Francisco Borges el cual lejos de escribir libros y mas cerca de los militares de la dictadura participo de las batallas de matanza a los Indígenas y de la guerra contra Paraguay, y al que su nieto escritor dedico el siguiente poema:


 Lo dejo en el caballo, en esa hora; 

crepuscular en que buscó la muerte; 

que de todas las horas de su suerte 
ésta perdure, amarga y vencedora. 
Avanza por el campo la blancura 
del caballo y del poncho. La paciente 
muerte acecha en los rifles. Tristemente 
Francisco Borges va por la llanura. 
Esto que lo cercaba, la metralla, 
esto que ve, la pampa desmedida, 
es lo que vio y oyó toda la vida. 
Está en lo cotidiano, en la batalla. 
Alto lo dejo en su épico universo 
y casi no tocado por el verso.

Para llegar allí desde Paternal tuve que tomar primero el colectivo de la linea 146 que me dejaría en la avenida Corrientes, donde luego podría acceder a una boca del subte. Me senté en uno de los asientos que estaban vacíos justo delante de dos jóvenes que discutían de fútbol, uno de los tres temas favoritos de los hombres argentinos, los otros dos son sin lugar a dudas las mujeres y la política, el mas alto que era flaco y tenía un aire serio, quizás me pareció así por tener el seño fruncido, trataba de explicarle al otro su teoría de que Guardiola, el entrenador español que había sido tan exitoso en el Barcelona, era una mentira.
-¿No te das cuenta que siempre agarra equipos armados?- decía.
-Vos no entendes nada boludo-le contestaba el otro, que era moreno, un poco mas gordo e iba vestido con ropa formal- ese tipo cambio la forma de entender el fútbol en todo el mundo, ¿o preferís a esos técnicos defensivos que meten a todo el equipo atrás?
Estuve tentado de intervenir en la discusión y esgrimir mis argumentos pero me dedique a escuchar con atención sabiendo que era una causa perdida, aunque muy apasionante, en ese momento una señora mayor subió con dificultad al colectivo y en un intento de ser amable quise cederle mi asiento, pero otro chico que estaba mas cerca se me adelanto y yo pude seguir escuchando los argumentos de los dos muchachos durante varias cuadras. Cuando por fin llegamos a la calle Corrientes y tuve que bajarme la disputa se había vuelto tan acalorada que no tenia nada que envidiarle a los polémicos programas deportivos de la TV y parecía que en cualquier momento se irían a las manos, yo estuve tentado de quedarme en el colectivo para seguir escuchando pero tenía que seguir con mi búsqueda y me baje del colectivo.
Camine algunas cuadras por la avenida Corrientes hasta la estación de SUBTE de la linea B que corre por debajo de dicha avenida hasta el centro, en el camino estornudé, en una de las estaciones se subió en el mismo vagón donde me encontraba uno de los variados músicos callejeros que tocan por monedas. Estos personajes son muy particulares porque así como te puede tocar un gran artista que te deslumbre y te haga el viaje mas ameno, tambien te puede tocar otro que más que cantar aúllan cual perros por la noche, este toco dos canciones conocidas del rock nacional: "El fantasma de Canterville" y "Sobredosis", como lo hizo bastante bien colabore con algunas monedas, luego me baje para hacer la combinación con la linea D. Para pasar de un anden al otro debí caminar por un túnel largo, justo debajo del obelisco, por el cual pasan miles de personas por día, cada uno en su mundo, cada uno pensando en sus cosas, yendo y viniendo, tranquilos o apurados, hablando por teléfono, escuchando música y que uno podría sentarse todo el día allí a mirarlas e imaginar sus historias.
En todo eso pensaba cuando volví a la superficie en la estación Ministro Carranza, al salir estornude de nuevo, una vez afuera me dirigí a la estación del ferrocarril Mitre. Estuve esperando el tren aproximadamente unos 20 minutos, durante ese rato me puse los auriculares para amenizar la espera con música, las canciones en mi teléfono eran increíblemente variadas y podía pasar sin escala previa de alguna canción en ingles a una zamba, de un bolero a alguna melodía tropical, de rap a rock nacional y así. Pero la música me ayudaba a pensar y, a pesar de que pasaba por un momento de mi vida donde no tenia obligaciones y podía disfrutar de hacer lo que me gustaba, tenia muchas cosas en que pensar. Entre ellas el futuro, aunque sabia para mis adentros que eso era una incertidumbre total, también podía pensar en amores del pasado o en alguno que todavía daba vueltas cerca del corazón, o podía simplemente divagar en sueños donde yo era el glorioso goleador de algún equipo de fútbol, pero sobre todo anhelaba visitar países lejanos.
Infinidad de veces había soñado despierto mientras estaba en mi aburrido ex-trabajo con viajar por montañas altas y mares lejanos y finalmente, no hacia mucho, llego el día en que pude renunciar y hacer mis sueños realidad. Todo empezó con un viaje fantástico por el norte de Argentina, Bolivia, Perú, Ecuador y Chile, por desiertos de sal u oasis en el medio de las dunas, por caminos Incas y sobre todo por personas increíbles que el camino me enseño. Ahora me encontraba empezando mi segundo viaje que esperaba me trajera más y distintas experiencias y, porque no, hablar con dos lunas crecientes en una estación de tren podía ser una de ellas.
Mientras pensaba otra vez en la historia del Corto Maltés y las dos lunas, llego el tren que esperaba, era uno de esos trenes nuevos que habían inaugurado el año anterior antes de las elecciones y que avanzan bastante mas lento que los trenes viejos pero que te sorprenden con sus puertas automáticas y sus anuncios de neón. Apenas me senté estornudé otra vez, maldita alergia pensé mientras sonaba en mis oídos una canción de Sabina y tarareé un poco, mire a mi alrededor con vergüenza para ver si alguien me había escuchado y me percate de que mi vagón estaba casi vació. Había una señora grande que viajaba sola, una parejita que estaban abrazados y una chica con uniforme de doctora que escuchaba música al igual que yo. Pense en toda la gente que uno se cruza en la ciudad y nunca mas vuelve a ver, o quizás si. pero no la recuerdas y es como si nunca los hubieras visto, ¿Cuales serán sus historias?¿Como serán?¿Que les gustara? me pregunte y finalmente caí en que cada persona es un gran mundo aparte.
Mientras estaba absorto en esos pensamientos mi viaje llego a la ultima estación, desde allí me fui caminando a tomar el tren de la costa y me baje por fin en la ansiada estación Borges, el segundo punto en el mapa del recorrido. La estación era exactamente igual a la que yo recordaba retratada en las historietas de Pratt salvo por los viejos carteles negros con el nombre de la estación en blanco tan típicos de las estaciones porteñas que habían sido reemplazados por unos mas nuevos.



El día empezaba a dejarle paso a la tardecita y el clima estaba ideal para sentarse a tomar una cerveza, por suerte en la estación había un pequeño bar de mesas antiguas, me senté y pedí una Quilmes bien fría, para mi absoluta felicidad el mozo, ademas de la cerveza, me trajo un platito con maní y papas fritas. Devore los acompañamientos y disfrute de la cerveza que relmente estaba en una temperatura ideal, como corresponde, al terminar me senté en un banco de la estación a esperar que anocheciera un poco para poder ver las lunas.
Mientras entrecerraba los ojos por el sueño que me había provocado la cerveza, las escuche:
-¿Que crees? ¿Estará dormido?- dijo una.
-!No¡- respondió la otra.
No lo podía creer, allí estaban las dos lunas crecientes hablando sobre mi cabeza.
- Oíme, Fleshi, ¿Que haces acá en Borges?- me preguntaron al unisono.
- Las estaba esperando- dije tartamudeando- pero no creí que fueran a estar.
- ¿Porque no habríamos de estar?, te noto raro- dijo la que estaba mas alta en el cielo.
- Ah sí, sera por culpa de una mujer- le contesto la otra.
En ese momento me percate de que el cielo estaba nublado pero las lunas crecientes estaban por delante de las nubes, como si lo imposible fuera posible y de hecho así era, estaba hablando con la luna y no solo eso sino que eran dos. Eludí dar una respuesta planteándoles estas dudas.
-¿Que queres saber? ¿como somos o como son las demás? En Borges somos dos- me respondieron.
Y cuando indague porque siempre eran lunas crecientes, me dijeron:
- No tenemos ganas de crecer, estamos bien así.
- Es difícil crecer ¿hay alguna forma de no hacerlo?- interrogué.
- Despertá fleshi!- gritaron de golpe las lunas.
Me quede dormido, pensé, inmediatamente después mire al cielo, ya había obscurecido pero estaba completamente nublado y no se podía ver si había una luna, dos o ninguna. Todavía medio en estado de zombie por la somnolencia me levante y empece a caminar, esta vez llegue a la estación del Mitre a pie y mientras esperaba solo en la estación empece a dudar si había soñado todo o realmente había sucedido. Durante el viaje de vuelta, otra vez en tren, subte y luego colectivo, repetía una y otra vez el dialogo que había tenido con las lunas crecientes, no llegue a ninguna conclusión y mientras el colectivo 146 pasaba por atrás del Hospital Italiano, concluí que en esta vida todo es posible si creemos en ello y luego estornudé una vez más.

Este es mi humilde homenaje al Corto Maltés, personaje de Hugo Pratt, el cual es un icono de las historietas de mi niñez, si aunque sea alguien a partir de esto las lee mi objetivo estará cumplido, y también es un pequeño homenaje a la ciudad de Buenos Aires, sus misterios, sus historias, su gente y ese encanto particular que tiene a pesar de sus muchos problemas.

Acá una linda canción de Jairo sobre el Corto Maltés que también me ayudo a inspirarme mientras escribía:



Gracias a los que se tomaron el tiempo de leerlo.

Pura Vida!



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